El Papa afirma que la pobreza no debe ser vista solo como una condición material, sino como un grito que interpela a la conciencia cristiana. Señala que en el rostro de los pobres se reconoce a Jesús y que la indiferencia ante su sufrimiento es incompatible con el Evangelio.
La exhortación invita a la Iglesia a ser una “Iglesia para los pobres”: no únicamente asistencial, sino cercana, acompañante y comprometida. Recuerda ejemplos históricos como las órdenes mendicantes o la figura de San Francisco de Asís, que vivieron la pobreza como camino espiritual.
Además, el Papa denuncia las estructuras sociales y económicas injustas que generan desigualdad. Propone que la caridad cristiana incluya no solo ayuda inmediata, sino también esfuerzos para transformar esas estructuras.
Finalmente, Dilexi te afirma que el amor a los pobres es un camino de santidad. Cada gesto de servicio, por sencillo que sea, participa del amor de Jesús y expresa la identidad más profunda de la Iglesia.

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