¡Buenos días a todos/as!
Esperamos que la primera semana de Adviento haya sido muy bonita y fructuosa.
Antes de poneros la reflexión de esta nueva semana, comenzamos recordándoos algunos tips para un buen Adviento y el calendario de Adviento que podéis ir siguiendo cada día.
Y ahora si, vamos con el material para esta nueva semana.
Lectura: Lucas (3,1-6)
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».
Reflexión
Hoy, casi la mitad del evangelio consiste en datos histórico-biográficos. Esta lectura comienza de una manera inusual, ya que cuando nos hablan de tiempos de Jesús, comienzan diciendo “En aquel tiempo...” pero en este caso, ha seguido la introducción tan “insignificante” para el hombre contemporáneo: «En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea (…)» (Lc 3,1). ¿Por qué? ¡Para desmitificar! Dios entró en la historia de la humanidad de un modo muy “concreto”, como también en la historia de cada hombre. Por ejemplo, en la vida de Juan —hijo de Zacarías— que estaba en el desierto. Lo llamó para que clamara en la orilla del Jordán… (cf. Lc 3,6).
Hoy, Dios dirige su palabra también a tí. Lo hace personalmente —como en Juan Bautista—, o por sus emisarios. Nuestro río Jordán puede ser la Eucaristía de cada domingo, puede ser el tweet del papa Francisco, que nos recuerda que «el cristiano no es un testigo de alguna teoría, sino de una persona: de Cristo Resucitado, vivo, único Salvador de todos». Dios ha entrado en la historia de la vida de un cristiano porque Cristo no es una teoría. Él es el salvador, la Caridad, la Misericordia.
Pero a la vez, este mismo Dios necesita nuestra entrega: que rellenemos los valles de nuestra desconfianza hacia su Amor; que nivelemos los cerros y colinas de nuestra soberbia, que impide verlo y recibir su ayuda; que enderecemos y allanemos los caminos torcidos que hacen de la senda hacia nuestro corazón un laberinto…
Hoy es el segundo Domingo de Adviento, que tiene como objetivo principal que cada uno de nosotros pueda encontrar a Dios en el camino de su vida. Ya no sólo a un Recién Nacido, sino también a ese ser misericordioso que está al lado de cada uno de nosotros, para ver la sonrisa de Dios, cuando todo el mundo verá la salvación que Dios envía.
Como veis, esta semana nos guía la palabra: Prepara. Prepárate para su llegada. ¿Cómo? Hoy te proponemos reservar un espacio cada día para dialogar con Jesús y que así este comience a ganar un espacio preferente en tu vida.
Oración
Jesús mío,
Jesús mío,
Tú
que
vienes
a
mí
para
traerme
vida
y
salvación.
No dejes que cierre mi corazón
a tus palabras de amor,
eligiendo lo cómodo, lo fácil,
lo que me hace daño y me desvía de Ti.
Ayúdame a enderezar
todo lo que en mí esté torcido;
acompáñame en la dura tarea
de igualar lo escabroso de mi ser.
Toma tú las riendas de mi vida y prepara en mí una senda llana para que puedas caminar por ella como mi único Pastor y Señor.
¡Hasta el domingo que viene!
*Material adaptado de https://sites.google.com/view/advientok (Jóvenes Dehonianos) y @llamameyumi (Paula Vega).
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