Urbi et Orbi



El 27 de Marzo el Papa Francisco, ante la situación que el mundo entero está viviendo, impartió una oración extraordinaria desde la plaza de San Pedro, la bendición Urbi et Orbi.
Nos llama a confiar en Dios, a entregarle nuestras preocupaciones y a "convertirnos", a seguir el ejemplo de todas aquellas personas que lo están haciendo tan bien ante esta situación tan complicada.

Reflexionando sobre el Evangelio de San Marcos, el Papa habla de la “tempestad”: 
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, proyectos, rutinas y prioridades.
Para Francisco, la tempestad también nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad y pone al descubierto todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.

Pero esta tempestad también nos quita el “maquillaje” de los estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar y deje al descubierto “esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

Francisco también suplica en estos momentos de prueba: “mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: “Despierta, Señor”.Hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo y codiciosos de ganancias. Nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa y no nos hemos detenido ante sus llamadas, tampoco nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo ni hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. 
Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo."

“Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti” dice Francisco. 
En esta Cuaresma resuena la llamada urgente: Convertíos, en la que se nos llama a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. 
“No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio, el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. También es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás."

El Papa también nos pide que dirijamos nuestra mirada a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, “ante el miedo han reaccionado dando la propia vida”. 
El Papa se refiere a la generosa entrega de personas comunes,  corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos otros que comprendieron que "nadie se salva solo".

El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. 
“Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida” nos pide el Papa y “entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Si hacemos esto, experimentaremos, al igual que los discípulos, que con Él a bordo, no se naufraga”. 
“Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”.

Al final de su reflexión, el Papa ha pedido al Señor que bendiga al mundo de salud, a los cuerpos, y consuele los corazones.

“Nos pides que no sintamos temor, pero nuestra fe es débil y tenemos miedo”, ha concluido.

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