Segunda semana de Cuaresma para Emaús


Hay ocasiones en la vida en la que estamos perdidos e inseguros, sin saber que hacer o qué camino seguir, la sensación que tenemos es similar a lo que se nos pasa por la cabeza cuando estamos a oscuras. ¿Qué sientes cuando estás a oscuras en un sitio que no te es familiar? Seguro que intuitivamente recurrirías a la linterna de tu móvil, que te va a iluminar y te va a dar seguridad; pues siempre te vas a sentir más tranquilo si eres capaz de ver lo que pasa a tu alrededor.
Ocurre exactamente igual con la palabra de Dios, que nos va dando respuestas a todas las situaciones difíciles que se nos plantean a lo largo de nuestra vida. Para ello, es necesario detenerse y pararse a escucharla para hacerla nuestra y así integrarla en nuestra vida. Dios es nuestra luz, nuestra linterna, siempre va a estar ahí para iluminar el camino que debemos seguir.
Esta cuaresma es tiempo de emplear la herramienta de la linterna interior para iluminar nuestra vida. ¿Y eso como se hace? Pues dedicando todo los días unos minutos al silencio. Trata de conectarte a Dios y de enfocar, dar luz a alguna de las partes de tu vida.


Me encantan las linternas. No sé si te ha pasado a ti también. Salir por la noche con una linterna y descubrir las cosas a la luz de ella. Parece que la realidad se transforma se llena de misterio, las cosas no son igual a la luz del día. La fe es lo mismo. La fe es mirar las cosas de la vida, que están oscuras, a la luz de una sospecha: ¿y si el amor es cierto? ¿Y si es verdad que todo tiene sentido y yo me lo estoy perdiendo?
Cuando Lucas escribió esta historia que sigue ahora, la escribió con la linterna encendida. Es un relato lleno de misterio que no hay que interpretarlo literalmente como si estuviera contándonos objetivamente lo que pasó. Más bien nos cuenta una experiencia: Lee. 


Lectura: Lc 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de
la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus
vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él:
eran Moisés y Elías, que, aparecieron con gloria, hablaban de su muerte, que
iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían del sueño; y, espabilándose, vieron su gloria
y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro
a Jesús:
—Maestro, ¡qué bien se está aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.
No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que
los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
—Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.


Actúa
Los discípulos nos están contando una experiencia. Una experiencia que no se puede contar con palabras, por eso utiliza símbolos: están en un monte, que es
el lugar donde Dios se suele revelar. Jesús aparece revestido de un blanco deslumbrante (¿será una referencia a la luz de la fe? Como si Jesús fuera la luz misma, la verdad absoluta sobre Dios?) Moises y Elías representan a toda la Biblia judía, la ley y los profetas... Los discípulos están como flipados, como idos, como si no fueran muy conscientes lo que están viviendo. A veces pasa eso con Dios, no nos lo terminamos de creer, se viven experiencias muy fuertes, todo parece cambiar de color.
¿Te atreverías a tener una experiencia así? Es como cuando diriges una linterna potente o un foco directamente a los ojos. Te ciega. El exceso de luz te ciega, ¡qué contradicción! A veces puede pasar eso: la fe da tanta luz a la vida que te ciega, te descoloca, te aturde un poco. Sin embargo, si le das un rato, todo se ve más claro, con mucho más sentido.
Esta cuaresma date un atracón de luz. Lee la palabra de Dios, entra en su presencia en la oración. Pídele a Dios que te ilumine, que de luz a tu vida. Atrévete a subir al monte y a mirarle a la cara a Dios.


Oración 

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?

Si un ejército de enemigos está contra mí, mi corazón no tiembla;
cuando me insultan y hablan mal de mí, me siento tranquilo.
Solo le pido una cosa al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca.

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