Introducción:
Con este último domingo de Cuaresma que ya hemos pasado, nos hemos metido en la
última semana antes de los ocho días de oro de nuestra fe. Estamos en la semana de
pasión. Estamos al final de nuestro camino, estamos llegando.
Aún así, Jesús nos sigue enseñando nuevos lugares de nosotros mismos. Es lo que tiene
caminar cogidos de la mano del Maestro, descubrimos aquello que solos no somos
capaces de ver.
Vamos a escuchar el encuentro, la conversación de Jesús con una pecadora. También la
reacción de aquellos que querían condenar y apedrear a la pecadora...
Jesús hace una llamada a que cada uno examine su conciencia, a que todos vean que la
conversión es una necesidad, incluso para los que se creen perfectos, para los que piensan
que lo hacen todo bien, para los que condenan y señalan los defectos y los errores de los
demás. Todos necesitamos conversión.
Y junto a la autocrítica, también está el perdón. Lo decimos en la oración del Padrenuestro:
“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Los
cristianos tenemos en el perdón una tarea constante, y una manera de resolver los
múltiples conflictos con los que nos encontramos diariamente. Si no nos esforzamos en
perdonar no seremos verdaderos seguidores de Jesús.
Con las actitudes de conversión y de perdón nos preparamos mejor para vivir junto a
Cristo su pasión, muerte y resurrección. Hagamos misericordia, modelando nuestro
corazón y acercándonos a la debilidad de los demás.
Lectura bíblica: Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo
en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los
fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos
manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?” (...)
“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. (...)
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó
solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le
preguntó:
“Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”
Ella contestó: “Ninguno, Señor”.
Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Busca en tu interior:
El que esté libre de pecado...
Aprovecha este momento para hacer examen de conciencia. Quizá ya te has acercado al
sacramento de la Reconciliación, ya hayas confesado tus pecados y te encuentres en paz
con Dios. Sin embargo siempre estamos necesitados de perdón. Revisa ahora tu interior y
reconoce que a pesar de que te lo propones, eres débil y te equivocas. Él te escucha, te
acoge, te perdona siempre.
En adelante no lo hagas más.
Frente a la moral de las normas, de las piedras pesadas que están esperando la mano que
las tome y las lance contra nosotros, Jesús hace otra propuesta. Es mejor la moral de
personas que, con ternura, como Jesús, nos acepta y nos anima a seguir adelante desde el
afecto y el cariño de Dios hacia Todos, también hacia los malos. Eso es la misericordia.
Alégrate por tanto, porque Dios te acepta tal como eres. Dale gracias por esto.
Oración final:
No te cansas de mí,
aunque a ratos ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio, pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor puede más que los motivos.
Tenme paciencia, Tú que no desesperas,
que al creer en mí me abres los ojos y las alas...
Comentarios
Publicar un comentario
¡Aquí podrás comentar esta entrada! Recuerda siempre ser respetuoso con los demás.