Testimonio desde Kenya. Alicia Campos

Decidí hace un tiempo tomarme al pie de la letra una frase de una canción que muchos de nosotros conocemos: "mi camino cobra vida en cada paso", así que el paso que he dado esta vez para que mi camino cobrase vida me ha llevado a Kenya, más concretamente a Molo, un pueblo a 3 horas de Nairobi, la capital del país. 
Estoy realizando un voluntariado en un proyecto llamado Chazón Children Centre. Este proyecto se desarrolla principalmente en dos ámbitos: el colegio y el orfanato. Los días aquí comienzan entre las 4:30 y las 5:30 de la mañana, donde muchos niños se despiertan para andar una o dos horas hasta el colegio. Las clases empiezan a las 6:30. Mi función en el colegio es muy variada, pero principalmente es estar con los niños. Jugamos, vamos a clase, ellos me enseñan swajili... también me enseñan muchas cosas sin necesidad de intercambiar palabras. Se esfuerzan a pesar de no tener nada, sueñan con su futuro aunque no tengan dinero para hacerlo realidad, agradecen siempre lo poco que tienen, y sonríen, sobre todo sonríen. Lo que decía antes, obtener Vida y sentido con muy poco. 

También echo una mano en la cocina. Solo hay dos tipos de comida que se van intercambiando. Un día comemos verduras cocidas y ugali (agua con harina) y al día siguiente, arroz y alubias. A falta de mesas, servimos la comida en el suelo y a falta de cubiertos, buenas son las manos. Se reparte la comida por clases y... a comer!

También me encargo de los niños con heridas o con alguna infección. Con los casos más graves, me encargo de llevarles al médico y costear el tratamiento, ya que ellos no serían capaces de hacerlo. 
Cuando el cole termina, caminamos hasta casa. Aquí la vida es tranquila, los días son cortos porque anochece pronto. Además, por la tarde, las nubes casi siempre cubren el cielo y empieza a llover, lo que es una suerte porque así se obtiene el agua para lavar, y a veces, para beber (los que tienen menos suerte). 

Chazón también tiene un orfanato con 23 niños que estuvieron en situaciones verdaderamente horribles. Han creado un hogar para ellos, donde viven con 2 cuidadoras. Además, tienen un huerto donde plantar y unos animales que cuidar que les proporcionan comida (vacas, gallinas...)
Ojalá todo el mundo pudiera sentir alguna vez todo lo que se vive bajo el sol de Kenya, para así poder comprender y agradecer. Entender el dolor y el sufrimiento, el hambre, lo que es el trabajo duro y las situaciones de profunda tristeza. Y agradecer. Sobre todo agradecer lo que somos y dónde estamos, ya que por estar a muchos kilómetros de aquí tenemos muchísima más suerte. 

Se sienten muchas cosas bajo el sol de Kenya, pero la principal es que la vida sin amor no tiene sentido. 


 

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